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9/2/09

El Sol ha abierto mi paraguas

Después de estrenar la que espero sea la primera de muchas colaboraciones en este blog que a veces abandono durante tanto tiempo, me dispongo a explicar la contradicción que el otro día, lluvioso como la mayoría de los de las últimas semanas, se me ocurrió al salir del curro y que da título a este post.

Por primera vez en mucho tiempo, tengo un paraguas de los buenos, de los que pulsas y se abren automáticamente y tienen las barras duras, de las que no se doblan al primer soplo de viento. Soy muy rata para comprarme un paraguas que valga más de tres euros y como sabréis no recibo muchos regalos así que no os contaré cómo llegó a mí.


El caso es que salí del trabajo y pulsé el botón de apertura. El mecanismo saltó, abriendo el paraguas negro como si de un murciélago en la noche se tratase y supe qué había permitido que algo así ocurriera: el Sol. Algunos habréis entendido, pero otros os preguntaréis: ¿Cómo? Pues os lo explico brevemente:

El Sol no es ni más ni menos que una enorme esfera de plasma incandescente, que consume su combustible a través de constantes reacciones nucleares y que expele inmensas bocanadas de nubes de partículas y radiación en todo el espectro de onda, desde las de alta intensidad hasta las infrarrojas a través del Sistema Solar y más allá. Entre toda esa maraña de radiación una de ellas, bien conocida por todos, es la del espectro visible, desde los 400 a los 700 nm.

Es en el momento en que esa radiación alcanza la superficie terrestre cuando comienza la historia de mi paraguas: en algún lugar que desconozco, en alguna extensa llanura, un campo de trigo recibió los rayos del Sol. Las frecuencias azules y rojas principalmente, fueron absorbidas por la clorofila de sus hojas, creando por medio de una serie de reacciones bioquímicas el almidón que almacenó en sus granos. En dicho almidón, más concretamente en los enlaces reducidos C-H de sus anillos de glucosa, almacenó la energía expelida a millones de kilómetros por el sol ardiente en forma de energía química.


El trigo fue recolectado, transformado en harina que, transportada hasta una panadería, sirvió como ingrediente principal para la realización de pan. La energía captada por ese trigo viajó dentro del almidón y llegó hasta mí en forma de rico y tostado pan. Yo tomé ese pan y la energía albergada en la glucosa del almidón se liberó en mi torrente sanguíneo después del desayuno gracias a los procesos metabólicos de mi intestino.

Después de desayunar el rico pan tostado, salí hacia el trabajo. Llovía, y me cubrí con el paraguas para llegar lo más seco posible. Al llegar al trabajo, cerré el paraguas. Para ello mis músculos cosumieron glucosa. Esta glucosa liberó su energía en forma de energía cinética, gracias a la cual ejercí una fuerza que me permitió recorrer el cierre del paraguas a través de la guía central y dejarlo así plegado.

La energía que una vez salió del Sol, viajó millones de kilómetros fue captada por unas briznas de trigo anónimas, convertidas en harina, en pan después, transformadas a través de mis procesos digestivos en glucosa libre y metabolizada ésta en los músculos de mis brazos, se convirtió a través de una fuerza aplicada sobre el paraguas en energía potencial elástica, acumulada en el muelle que comprimí al cerrarlo. Cuando salí a las 3 de la tarde del curro, pulsé el botón de apertura del paraguas y dicho muelle liberó su energía potencial elástica en forma de energía cinética, desplazando los brazos del paraguas hasta dejarlo totalmente abierto.

Pude ver en ese momento lo que el Sol había hecho por mí: su energía abrió mi paraguas.

Estoy algo fascinado desde el otro día con este pequeño acontecimiento. Es un gesto nimio, que puede parecer sin importancia, no obstante lo considero una pequeña muestra de los mecanismos que mueven el mundo y que permiten que estemos aquí. Ya hablé sobre el Planeta Tierra y su capacidad para darnos vida y ahora os cuento cómo el Sol permite también que podamos disfrutar de nuestra experiencia, única en el Universo, llamada Vida.

No me extraña que las sociedades antiguas considerasen al Sol un Dios y se considerasen hijos de Él. Yo ahora, después de escribir este pequeño relato también me siento hijo Suyo. Más aún, me siento parte de Él. He emanado de Él.

Y ahora dime: ¿Qué más hace el Sol por ti?

P.D. Ya sé que no solo desayuné pan y que la energía pudo venir de la leche, o incluso de la cena de la noche anterior, ¡no os pongáis quisquillosos! (o soy yo el quisquilloso...)

4 comentarios:

  1. Carlitos, menudo rollo, el sol sirve, principalmente, para ponerse morenita en verano y lucir mas guapa. Déjate de energías.

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  2. Muy espacial tu blog...

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  3. La energía del Sol te pone moreno/a Anónimo...

    Del Universo somos habitantes, Hada...

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  4. Anónimo1/3/09, 1:48

    Q profundo Carlos...me ha gustado la verdad. Pero creo q tu energía sale del dios q llevas por collar..jaja mola mi foto ehh

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