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16/11/08

Cuando nada vale nada

Soy el niño aquejado de cólera, tengo hambre, estoy deshidratado, la fiebre alta, hace calor y no tengo fuerzas para quitarme las moscas de la cara.

Soy la mujer que perdió las dos piernas cuando un suicida entró en el mercado y se inmoló.



Soy el hombre que trabaja catorce horas diarias para llevar alimento a su casa y que al volver al lado de sus seres queridos, descubre unos rostros consumidos y que su enorme esfuerzo en una fábrica de juguetes para niños europeos, donde el aire está siempre cargado de un pegajoso olor a polímeros y disolventes, no es capaz de saciar a su hambrienta familia.

Soy la mujer maltratada, la mujer violada, la bella mujer que salió de su país engañada, con falsas promesas de éxito y que ahora alterna en un oscuro local cargado de humo, olor a sudor y a aliento agrio de bebedor, entre el asco, el miedo y la nostalgia. Cada noche llora, cada noche muere y cada día vuelve a nacer, para perecer de nuevo.

Soy el anciano barbudo que duerme en las calles, entre cartones, padeciendo la burla y el desprecio de este mundo cruel

Soy el joven prometedor, estudiante de éxito durante una docena de años, apuñalado en una reyerta juvenil de la que no era partícipe, víctima muda de una batalla que no era suya; ahora se debate entre la vida y la muerte en un coma profundo, y sus títulos, conseguidos mediante un trabajo constante de muchos años, amarillean penosamente en un marco ajado, añorando a la persona que trabajó con afán para lograrlos.

Soy la pequeña niña que ha visto como unos tipos grandes, hablando en una extraña lengua, ataviados con ropas verdes y armas en ristre, han entrado en su casa, han hecho arrodillarse a sus padres a golpe de culata, les han atado y les han separado de ella; ha gritado y ha extendido los brazos hacia los ojos rojos de su madre empapados en lágrimas y la cara manchada de sangre; todo esfuerzo ha sido vano mientras uno de esos hombres la portaba en sus grandes hombros, como si de un enorme ogro verde, de olor rancio y piel rugosa se tratase.

Soy el joven que, sin esperarlo, se ha visto abocado al paro, después de contratar una hipoteca mediante la que logró una casa; ahora el banco se ha quedado con ésta y la calle, las drogas, la depresión y el suicidio son sus únicas esperanzas de futuro.

Soy el ejecutivo que va cada día al trabajo y asciende 100 pisos hasta llegar a su puesto laboral; soy el ejecutivo que ahora respira árido humo negro después de ver como un avión comercial de 10 toneladas ha chocado contra el edificio donde trabaja, varias plantas debajo de la suya; no puede salir y el humo tapona sus fosas nasales y le ataca los ojos; a tientas, marca el teléfono de los bomberos pidiendo auxilio, les informa sobre su posición y entonces oye un estruendo, todo se sacude, el techo cae y una nube de polvo gris lo cubre todo; grita... y después se hace el silencio.

Soy un ser cuya vida no vale nada. Mis esfuerzos, mis ilusiones, mi pasado, los seres que me quieren y a los que yo quiero, mis sentimientos, mi dolor. Nada de esto vale nada. Soy a la vez uno y todas las personas que han sufrido injustamente en este mundo que ha perdido su razón de ser.

No importa que sueñe, que planee mi futuro, que quiera vivir para siempre. Mi vida no vale nada y en cualquier momento me la pueden arrancar, o convertirla en un infierno inacabable, justificado por cualquiera de las razones vacías que se ven a diario: el poder, el deseo de riqueza, el odio, el interés descabellado.

Soy un alma anónima, arrancada de una de las personas víctimas a diario del descrédito actual de la vida humana: 40 muertes en un atentado, 3000 personas sin hogar después de esta infame guerra, un niño muere de hambre cada minuto, 60 niños a la hora, 1440 niños al día. No son más que números, estadísticas vacías que no muestran la realidad. Y la realidad es que la vida humana no vale nada.

Mi coche, mi ropa cara, mi círculo de conocidos, la música que oigo a todas horas, los programas cutres de la televisión, mi contrato basura y mi cuenta bancaria. Todo eso sí es real y mientras siga ahí podré decir que estoy bien. Soy estúpido, es contagioso.

Lo demás no tiene valor, nada vale nada.


2 comentarios:

  1. PUES QUE YO SI TE QUIERO UN MONTON.GUAPO

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  2. kanfor....ese discurso es pa pegarse un tiro a lo curcobein.

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