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11/12/08

Fascinación terráquea

En muy pocas ocasiones te detienes, miras alrededor y te sientes fascinado por la embriagadora belleza del Planeta y su perfecto funcionamiento. El conocer de oídas otros planetas te hace apreciar un poco más la dinámica de nuestra Esfera Hogar.

El azul sereno de nuestra atmósfera nos permite ver y respirar, derramando en ocasiones ese preciado líquido que es el agua, transformado otras veces en un material frío, claro y brillante que es la nieve. Las corrientes convectivas desplazan enormes masas de aire provocando el viento que nos refresca en verano y lo distribuyen a través de los hemisferios, permitiendo así que sea respirable en cualquier punto del Planeta. El desplazamiento de grandes masas de agua marina mantienen la temperatura en todo el Globo en rangos en los que la vida puede habitarla. Por contra la atmósfera amarilla y agresiva de Venus expele lluvias de ácido sulfúrico y su tremendo efecto invernadero mantiene la temperatura siempre por encima de 100ºC, suficiente para achicharrar nuestras indefensas pieles en segundos.



La primera fotografía de toda una cara de la Tierra iluminada

La composición de nuestra atmósfera, de oxígeno y nitrógeno, vapor de agua, dióxido de carbono y otros, es respirable y húmeda y mantiene constantemente una presión aproximada de 103kPa, permitiendo que nuestros cuerpos se mantengan cohesionados y no explosionen provocando un espectáculo gore de lo más desagradable. La atmósfera de Marte
, que contiene en esencia dióxido de carbono, es irrespirable para nuestras células, siendo ésta una atmósfera delgada, con una baja presión (0,7kPa), insuficiente para mantener nuestros ojos dentro de sus cuentas y la presión de la sangre dentro de la piel. Además es fría, difícilmente alcanza los que, para nosotros, son unos espantosos -5ºC de temperatura. Es un páramo yermo, con un color agresivo en el cielo y un infinito pedregal en el suelo.

La tectónica terrestre y la erosión superficial han dado lugar a una inabarcable variedad de materiales minerales, a estructuras singulares de gran belleza, cordilleras titánicas, cañones profundos, formaciones kársticas, plegamientos, figuras inverosímiles y toda una suerte de accidentes geológicos deformes. La Luna presenta una cara maltratada, marcada por el bombardeo continuo de millares de meteoritos durante millones de años, esculpida violentamente en su superficie desnuda, expuesta a las agresiones provenientes del espacio tenebroso.

A centenares de kilómetros sobre nuestras cabezas, se libra desde hace miles de millones de años, una batalla encarnizada entre la fuerza protectora del campo magnético terrestre y la energía descomunal del viento solar. Esta batalla es invisible para nosotros, sin embargo en ocasiones nos revela su presencia en forma de auroras (boreales y australes) visibles en latitudes altas del planeta. El campo magnético de la Tierra es intenso y repele el azote constante del viento solar, compuesto de partículas energizadas que, de incidir en la superficie terrestre, no tardarían en transformar el planeta azul en un Chernobil desértico. Marte es un ejemplo de planeta desolado por el viento solar. Hay indicios que señalan el viento solar como causa de la pérdida paulatina de atmósfera del planeta rojo, dejándolo cada vez más indefenso e inhabitable.



Aurora boreal

En nuestro bamboleo alrededor del Sol, dibujamos una elíptica que nos acerca y aleja de éste, siempre a una distancia que, sumado al escudo que representan nuestra atmósfera y campo magnético, evitan la incidencia excesiva de rayos solar
es. El hecho de que nos quemen la piel en verano es algo anecdótico y está más relacionado con nuestra imprudencia que con la agresividad de los rayos solares. Por contra, un páramo seco y tostado como es la superficie de Mercurio, exento casi por completo de atmósfera y a escasos millones de kilómetros del sol, está siendo constantemente azotado por una cantidad ingente de energía solar, dilatando y constrigiendo su superficie hasta convertirla en un infierno de grietas tenebrosas y aracnoideas.

En la Tierra hay un tesoro único, hasta ahora no hallado en ningún otro lugar, que es La Vida. El Planeta no sería lo que es de no haberse producido aquí un fenómeno único por el que una serie de moléculas, en apariencia inertes, consiguieron colaborar y participar unas con otras para dar lugar a una complejidad estructural tal, que llega a tener la capacidad casi consciente de adaptación, cambio y perpetuación. Somos algo raro y único en el Universo. Nos puede parecer habitual ver una brizna de hierba, una hormiga, una mosca cojonera, un bosque, un pájaro, un felino o un humano. Pero todo eso forma parte de una singularidad que sólo acuna este Planeta y que, junto a las características propias y hasta ahora únicas de éste, han amoldado su superficie para hacerla totalmente habitable, en una lenta evolución de millones de años, sobreviviendo a extinciones masivas, períodos glaciares y acontecimientos catastróficos. La Vida, de la que tenemos el honor de formar parte, es el resultado de una serie de acontecimientos que hasta ahora, según sabemos, sólo se han dado en un planeta, que es éste, la Tierra.

El funcionamiento de nuestro Planeta no es siempre tan perfecto como querríamos: a veces nos azota con terremotos , volcanes, huracanes, lluvias torrenciales, tornados, fríos extremos y veranos asfixiantes. Sin embargo son fenómenos ligados a la propia dinámica terrestre y siempre han estado presentes en nuestras vidas y las de todos los seres vivos. El grado de destrucción que provocan es inversamente proporcional al grado de preparación que tenemos ante ellos: un huracán que azote una gran ciudad de China no provoca los mismos daños, tanto humanos como materiales, que los que provocaría en una villa de chozas de chapa, donde la miseria de sus habitantes les dejaría expuestos a la furia del viento huracanado. Así, tampoco un terremoto en Japón, donde los edificios están construidos a conciencia para resistirlos, provoca los mismos daños que uno producido en Pakistán. De la misma manera una lluvia torrencial no debería anegar casas en una ciudad o pueblo del territorio español, ya que la previsión de estos fenómenos, y el respeto a las zonas de servidumbre fluviales a la hora de construir viviendas, deberían evitar que estos acontecimientos afectasen nuestra rutina de vida. Júpiter, el planeta gigante de composición gaseosa, fuerza de la gravedad aplastante y núcleo de hidrógeno metálico, muestra una superficie constantemente azotada por huracanes tan grandes como el propio planeta Tierra.

No obstante todo lo expuesto, vivimos en un Universo sorprendente y bello: Galaxias simétricas y asimétricas, estrellas relucientes, que nacen, crecen y mueren y en ese intervalo desprenden toda una gama de energías, tanto visibles como invisibles. Nubes de gas interestelar, de años luz de longitud, que esconden secretos aún inimaginables. Agujeros negros con características imposibles que dejan fantasear con toda una variedad de posibles escenarios (viajes en el tiempo, viajes intergalácticos, etc.). Nuestros hermanos, el resto de planetas del Sistema Solar, siempre acompañándonos en nuestra infinita rotación alrededor de la nuestra Estrella; observados desde la antigüedad, creyendo que ellos, junto a las constelaciones, determinan nuestro destino y profetizan lo que a cada uno va a acontecer y lo que cada uno es.


Nebulosa del águila

Y, finalmente, mención a todos esos planetas lejanos, habitantes de otros soles y que aún esperamos encontrar. Planetas que aparecen tímidamente en nuestros telescopios, mostrándose como manchas lejanas, difusas, supuestas en muchas ocasiones, pero que nos hacen soñar con que, al final, no estaremos solos en este Espacio Infinito.